domingo, 21 de octubre de 2012

¿Qué es el silencio? (II)


“Viví en el silencio porque no comunicaba. ¿Acaso es ese el verdadero silencio? ¿La negrura completa de lo incomunicable? Para mí todo el mundo era negro silencio, excepto mis padres, sobre todo mi madre. El silencio tiene, pues, un sentido que me pertenece sólo a mí: el de la ausencia de comunicación. Por otra parte, no he vivido un completo silencio. Tengo mis ruidos personales, inexplicables para una persona que oiga. Tengo mi imaginación, y ésta tiene su ruido en imágenes. Imagino sonidos en colores. Mi silencio, para mí, tiene colores, no está nunca en blanco y negro.”

 
 
El grito de la gaviota es el testimonio de una joven que, a los veintidós años, ha conocido ya la soledad absoluta, la duda y la desesperación, pero también la dicha, la solidaridad y la gloria. Inicialmente incomunicada con el mundo exterior a causa de su sordera, a los siete años Emmanuelle Laborit descubrió el lenguaje de los signos. Sin embargo, en la adolescencia su vida parecía tambalearse: al desasosiego propio de la edad se añadió la rebeldía contra el hecho de que se negaba a los sordos su identidad, ya que el lenguaje de los signos estaba prohibido en Francia a causa de la teoría de que los sordos podían aprender a leer en los labios y a hablar. La adolescencia y la primera juventud de Emmanuelle son la historia de una lucha por subsistir en un mundo «diferente» y por el reconocimiento de los derechos de los tres millones de sordos franceses, hasta conseguir que, en 1991, se enseñe por fin en los centros de educación de los sordos el lenguaje de los signos. Con este triunfo colectivo y el personal, pero no menos emblemático, de su éxito como actriz teatral, El grito de la gaviota cierra significativamente un itinerario personal tan breve como intenso.

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